miércoles, 9 de marzo de 2016

8 de marzo ¡Viva el día internacional de la mujer!

ABAJO LOS IMPERIALISTAS! ¡ABAJO EL VIEJO ESTADO BURGUÉS-TERRATENIENTE!
¡BACHELET TÍTERE DE LOS EXPLOTADORES!

Conmemoramos esta fecha con un saludo y homenaje a todas las mujeres de nuestro pueblo, a la obrera, trabajadora, campesina y de la pequeña burguesía (pequeñas comerciantes, profesionales, estudiantes). Hoy como ayer, el viejo Estado está profundizando la sobreexplotación de las masas femeninas bajo su discurso de "inclusión y genero" para usarnos como mano de obra barata y profundizar nuestra doble opresión, de clase y de sexo. Sus reglamentaciones laborales son letra muerta para las mujeres que trabajan en los fundos y agroindustrias de los terratenientes, en las fábricas, bancos y grandes tiendas del capitalismo burocrático y en las escandalosas residencias de las clases altas; sus red de guarderías nacionales no cubren ni la décima parte de la demanda y han sido desenmascaradas por la corrupción de sus altos funcionarios y por el maltrato laboral a sus profesionales; los tribunales familiares y salas de conciliación son una muralla donde las demandas de las mujeres rebotan hacia su ámbito original: la casa, mostrándonos la hipócrita cara de su burocráticas oficinas. Eso es la tan nombrada “equidad de género”, y el “empoderamiento a la mujer”, solo son políticas y tesis imperialistas principalmente yanquis para negar la lucha de clases utilizando a sus aliados: el falso partido comunista renegado del marxismo y su ministra de la mujer; pero también a las organizaciones que repiten y propagandizan sus estupideces (allendistas, bolivarianos, miristas, trotskistas y los anarcos que le agregan la "disidencia sexual").  

El  feminismo tiene carácter de clase, o es burgués o es proletario. Estas organizaciones predican el burgués y pequeño burgués, nosotros practicamos el proletario. En una sociedad donde existen clases explotadas y clases explotadoras, las mujeres no pueden dar juntas la misma batalla, las mujeres como los hombres son reaccionarias, centristas o revolucionarias. En el pueblo explotado, las mujeres obreras, trabajadoras, campesinas y de la pequeña burguesía (pequeñas comerciantes, profesionales, estudiantes), soportan junto a los hombres, la misma explotación y opresión de las clases dominantes, de manera directa cuando trabajan para un patrón o de manera indirecta cuando están dedicadas a la actividad doméstica del hogar. Mientras que en las clases dominantes las mujeres mantienen una posición social privilegiada como profesional y propietaria del capital, ellas son consideradas embelesadamente como “mamíferos de lujo” y junto a los hombres de su clase ejercen la explotación y opresión del pueblo. Destruyendo esta opresión de clase -que es la principal- es como destruiremos la opresión de sexo. Por eso nuestra participación es fundamental en la lucha popular, somos parte de la revolución y su éxito depende del grado en que participemos, debemos tomar nuestro lugar. La conquista del poder es la gran batalla que debemos dar junto a todo el pueblo y es el primer paso para conquistar la verdadera liberación de la mujer que solo se completará en la lucha y defensa del socialismo bajo la luz del marxismo-leninismo maoísmo. Es la propiedad privada la que generó la opresión de clase y la opresión ejercida por los hombres,  y es en la lucha por la sociedad sin clases sociales, el comunismo, donde la propiedad privada y las clases sociales serán abolidas.

COMPAÑERA:

Impulsar lucha violenta por las demandas. Salario,  vivienda, salud, tierra, educación, contra la cesantía y las malas condiciones de trabajo.

Destruir las tres cadenas que oprimen a nuestro pueblo: semifeudalidad, semicolonialidad y capitalismo burocrático. ¡DESARROLLAR LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICO-NACIONAL!

Toma tu lugar: Reconstituir el partido comunista.
Preparar la guerra popular para la conquista del poder. 

MOVIMIENTO JUVENIL POPULAR



*Difundimos nuevamente y tomamos posición por el documento de lucha de dos lineas contra ideas de derecha y revisionistas en torno al problema de la mujer, titulado Mujer y revolución.

MUJER Y REVOLUCIÓN.

El problema de la mujer.

La variedad actual de interpretaciones sobre la mujer en última instancia se aproximan a una de dos concepciones principales, la del proletariado o de la burguesía, las dos grandes clases antagónicas de la historia contemporánea. Para el proletariado el problema de la mujer es la doble opresión que pesa sobre ella: la opresión de las clases dominantes y la opresión de sexo impuesta por los hombres, siendo principal la opresión de clase, porque la lucha de clases es la contradicción que impulsa el desarrollo de la sociedad y por tanto sienta las bases para eliminar de raíz la opresión de sexo. Contrariamente, la burguesía imperialista niega la existencia de clases, de lucha de clases y por tanto niega la opresión de clase. En consecuencia reduce el problema de la mujer a una relación consensuada entre sexos, oponiéndole a la opresión de sexo, frasecitas hueras como la “desigualdad de género”, intentando así arrastrar a las masas femeninas al terreno jurídico, al plano de los derechos humanos, a una estéril lucha por la reducción de ésta desigualdad, tal como lo expresó Bachelet en el año 2010, en la ONU-Mujeres:

“Tenemos que decirlo siempre y en voz alta: los derechos humanos son universales. Y la igualdad de género, que es una expresión de esos derechos, también es universal”.

¿Qué es la mentada desigualdad de género? Los intelectuales de la burguesía desde mediados del siglo XX han propagandizado esta frasecilla hasta institucionalizarla incorporándola a los diccionarios, las constituciones, leyes y hasta en los mandatos de la ONU. El término género fue utilizado institucionalmente por primera vez en los congresos de psiquiatría de la década del cincuenta, intentando explicar la homosexualidad y el lesbianismo. La introducción del término género a la política, respondió en un comienzo al intento de esconder la crisis de la hipócrita moral feudal y burguesa, crisis que acompaña a la agonía en la que se hunde el sistema capitalista. Los intelectuales alcahuetes de la burguesía, restringieron la variable sexo al campo de la biología, a que defina solo la condición sexual de la persona, en tanto el género entró a registrar la forma como esa persona ejerce su sexualidad¡¡independientemente de su sexo!!Así las deleznables prácticas del esclavismo griego representadas en la mitología por Ganimedes para el caso de los hombres o Helena de Troya para el caso de las mujeres (Engels, Origen de la familia), fueron institucionalizadas por la burguesía en el nuevo derecho burgués de ejercer la sexualidad independientemente del sexo que se tenga, convirtiéndose en la reivindicación central de las llamadas “minorías sexuales” cuyos favores electorales han sido manipulados desde entonces hasta la actual modificación en algunos países, de la legislación sobre el matrimonio en un solo sexo. Posteriormente desde los años 70 y 80, el término género fue utilizado (y así es desde entonces) para quitarle al capitalismo toda responsabilidad sobre la condición inferior que mantiene marginada a la mujer en la sociedad actual. Así al término género le agregaron nuevos significados sin abandonar su significado original (confusionismo propio de la mediocre intelectualidad burguesa). El género se definió como el conjunto de ideas que tiene una sociedad sobre lo que debe ser un hombre y una mujer, el rol social que deben cumplir y en consecuencia una ponderación, un valor dado por la sociedad a los hombres y a las mujeres. Pero este valor dado ha sido y es desigual, por tanto hay una desigualdad de género, de la cual nadie o todos, ¡la cruel sociedad! somos culpables, menos el capital. Esta es la clase de ciencia social que practica la intelectualidad burguesa creadora de tal charlatanería. Y así como ocurrió con las minorías sexuales, este nuevo enfoque del término género se ha convertido en la reivindicación central del feminismo burgués y pequeño burgués cuya meta es “la revalorización de la mujer”. Fascistas (como el militar Velasco en el Perú de los años setenta), allendistas, miristas, bolivarianos y trotskistas (de Chile actual), sin mayor esfuerzo creativo plantean en común luchar por la “equidad de género” y la revalorización de la mujer; el anarquismo aparentemente más radical, plantea también igualdad de género y revalorización de la mujer, por medio de la “disidencia sexual” y la “defensa de lesbianas, transexuales y homosexuales” (heroico aporte de ‘Acción feminista libertaria’). En medio de esta fauna, lo que le interesa al imperialismo es utilizar estas bravuconadas para propagandizarlas en su favor y es así que la ONU Mujeres ha definido al género como un sistema de jerarquías y desigualdades, un conjunto de relaciones de poder entre el hombre y la mujer y no entre una clase social y otra; y que para superar esta situación hay que considerar la desigualdad como una discriminación negativa a la que hay que oponerle otra discriminación positiva constituida por medidas como los programas y subsidios estatales orientados a la mujer.

La intelectualidad burguesa cree haber dado un gran paso adelante al afirmar que la mujer es un ser social pues dice que ya no está definida por los atributos sexuales de su biología (variable sexo), sino por el rol y valor que la sociedad le otorga (constructo género); sin embargo un ser humano no es un ser social por lo que los demás hablan de él, sino por las relaciones sociales que él entabla con los demás en la economía, en la política y en la cultura de una sociedad, relaciones sociales que tienen un desarrollo histórico y esas relaciones sociales son, desde la aparición de la propiedad privada, las clases y el Estado, relaciones de explotación y opresión. 

Las causas del problema de la mujer.
Las clases explotadoras siempre han planteado su teoría de la naturaleza humana independiente de las condiciones sociales, y como parte de ella, la teoría de la naturaleza inferior de la mujer, el sexo débil, independiente también del desarrollo histórico de la sociedad.
Para el proletariado, para el Marxismo Leninismo Maoísmo, no existe la naturaleza humana inmutable, el ser humano es un conjunto de relaciones sociales históricamente conformadas y que cambian según el desarrollo histórico de la sociedad. Estas relaciones sociales son las relaciones de propiedad, la forma de propiedad que se ejerce sobre los medios de producción y en segundo lugar las relaciones productivas que sobre esas relaciones de propiedad se levantan. En este contexto para el Marxismo Leninismo Maoísmo, la doble opresión de la mujer surge con la aparición de la propiedad privada, las clases y el Estado.
La explotación y opresión de clase surgieron cuando la propiedad común fue reemplazada por la propiedad privada de los medios de producción (relaciones de propiedad), y en consecuencia la sociedad sin clases donde todos trabajaban fue desplazada por la sociedad de clases donde las clases propietarias viven del trabajo ajeno (relaciones productivas).
La opresión de sexo sobre la mujer, surgió en idénticas condiciones sociales que la opresión de clase. La naciente explotación y opresión de unas clases por otras, requería destruir el fundamento organizativo del régimen comunista primitivo: el derecho materno, reemplazándolo por el derecho paterno. Federico Engels escribió en ‘El origen de la familia’:

“las riquezas, a medida que iban en aumento, daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la idea de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Este tenía que ser abolido, y lo fue”.
“Así quedaron abolidos la filiación femenina y el derecho hereditario materno, sustituyéndolos la filiación masculina y el derecho hereditario paterno”.
“El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los de los tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida”.

Esta doble opresión de la mujer ha evolucionado a lo largo de los estadios de progreso de la historia con el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo hasta su fase superior actual, el capitalismo imperialista. Pero es este último sistema, el capitalismo, el que ha incorporado a la mujer al trabajo y ha declarado como parte de los derechos universales burgueses, la igualdad de la mujer y el hombre, que no pasa de ser una igualdad jurídica formal sin aplicación en la realidad. Pero al incorporar a las mujeres al proceso productivo, el capitalismo las ha transformado en proletarias y trabajadoras y por tanto con la capacidad para desarrollar lucha reivindicativa, participar directamente en la lucha de clases e incluso en la revolución.

Para el imperialismo y demás clases explotadoras, que niegan la lucha de clases y defienden su sacrosanta propiedad privada de los medios de producción, la causa, no es de la doble opresión de la mujer, ni siquiera de la opresión de sexo pues no reconocen ninguna, la causa de su desigualdad de género que plantean, radica en la división del trabajo por sexos, de esta manera plantean reducir la desigualdad (¡reducir!), incorporando a la mujer a la actividad productiva, solución muy conveniente para la explotación del trabajo femenino por el capital. Al respecto la reaccionaria Bachelet dice:

“Como es sabido, una de las principales causas de las desigualdades de género en el mercado laboral es la persistencia de la división sexual del trabajo que impone a las mujeres una mayor responsabilidad en la crianza de los hijos y la atención de las labores domésticas. Esto influye por supuesto en la distribución del tiempo de trabajo de hombres y mujeres en las áreas productiva y reproductiva”.

Esta división del trabajo por sexos, según los imperialistas, ha reducido a la mujer al ámbito doméstico y a ocupaciones menos importantes que las del hombre de lo que se deduce que lo que hay que hacer es impulsar el “empleo decente y productivo” femenino creando condiciones favorables a través de dos políticas, la política de “corresponsabilidad social” aplicada por los empresarios y la política de discriminación positiva con empoderamiento aplicada por los viejos Estados.
Para el imperialismo, tal como lo repite su marioneta Bachelet, la corresponsabilidad social significa lo siguiente:
“Las empresas pueden aportar desde el desarrollo de códigos de buenas prácticas y otras formas de compromiso voluntario; fomentar la participación de mujeres empresarias en las instancias directivas”; “que los departamentos de recursos humanos tengan roles más activos, se brinden los cuidados infantiles necesarios para que las madres trabajen con tranquilidad, organizar los tiempos de trabajo de manera de ser “amigables con la familia”, entregando a la vez mayor “control” de los trabajadores sobre su horario laboral”.

En resumen, partiendo del respeto a la propiedad, el incremento de trabajo femenino requiere cierto compromiso voluntario de los empresarios en proporcionar lo necesario para el cuidado infantil (guarderías) y un horario de trabajo flexible que le permita a la mujer atender sus labores domésticas. Por su parte mientras la discriminación positiva significa que los Estados deben aplicar “medidas que permitan que las mujeres actúen en pie de igualdad” (guarderías públicas por ejemplo); el empoderamiento implica colocar mujeres en determinados puestos del Estado. Esta es la posición del imperialismo sobre el problema de la mujer.

Estas viejas tesis imperialistas que hemos revisado, están siendo aplicadas desde hace mucho tiempo en Chile. Las medidas tomadas por los gobiernos de las últimas dos décadas sobre la mujer chilena, demuestran su preocupación por contar con la mano de obra femenina que es más barata y según ellos menos conflictiva. Para mantener los salarios bajos de los hombres, las clases dominantes a través de su viejo Estado, incentivan el trabajo femenino por medio de los programas sociales para jefas de hogar y para micro empresas familiares. Las reglamentaciones laborales presentadas por los periodistas como grandes logros en la igualdad de género y en la revalorización de la mujer, son letra muerta para las mujeres del pueblo que trabajan en los fundos y agroindustrias de los terratenientes, en las fábricas, bancos y grandes tiendas del capitalismo burocrático y en las escandalosas residencias de las clases altas. La red nacional de guarderías no cubre ni la décima parte de la demanda, las que existen, atraviesan una crisis crónica por su exiguo presupuesto, por la corrupción de sus altos funcionarios y por el mal trato laboral dado a sus profesionales, quienes han levantado movimientos huelguísticos desde hace varios años. Las frases inventadas como ‘femicidio’ no han detenido la estadística de agresiones, las oficinas de defensa de la mujer son salas infestas que albergan la hipocresía de la burocracia y el papeleo de la legalidad burguesa, los tribunales familiares y salas de conciliación son una muralla donde las demandas de las mujeres rebotan hacia su ámbito original: la casa, demostrando así que la burguesía no solo es incapaz, sino que no quiere resolver tales cuestiones. Esta aborrecible condición, no la sufren todas las mujeres chilenas por igual. En las clases dominantes, donde las mujeres mantienen una posición social privilegiada como profesionales y propietarias de capital, ellas son consideradas embelesadamente como “mamíferos de lujo”. En el pueblo explotado, las mujeres obreras, trabajadoras, campesinas y de la pequeña burguesía (pequeñas comerciantes, profesionales, estudiantes), soportan junto a los hombres del pueblo, la misma explotación y opresión de las clases dominantes, de manera directa cuando trabajan para un patrón o de manera indirecta cuando están dedicadas a la actividad doméstica del hogar. En las masas más pobres la opresión de sexo se relaja debido a la ausencia de propiedad y a la presencia de gran miseria, siendo las mujeres más proclives a marchar junto a los hombres, en la lucha por sus demandas. Para controlar este ímpetu de las mujeres del pueblo, el reaccionario y pro-imperialista gobierno de Bachelet, les ha entregado a sus aliados menores, los renegados del marxismo del falso pc de Teiller, el nuevo ministerio de la mujer. Esta alianza no es novedad. Por mencionar solo las dos décadas pasadas, los gobiernos reaccionarios han utilizado velada o abiertamente los favores del viejo revisionismo organizado en el falso partido comunista. Estas alianzas han evolucionado desde los acuerdos reservados de Gladys Marín, secretaria del falso pc, con El Sr. Insulza o con Belisario Velasco (ministerio del interior), pasando por el apoyo electoral a Lagos y Bachelet, hasta su actual participación en el segundo gobierno de Bachelet. La renegada del marxismo ahora ministra Claudia Pascal ha dicho recientemente:
“Por fin las mujeres en Chile cuentan con una institución al más alto nivel del Estado. El Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género hace realidad un sueño de miles de mujeres y de sus organizaciones que han luchado por sus derechos”.
“En este día histórico, muchas mujeres están presentes, mujeres de distintos pensamientos, edades e historias, todas comprometidas con un deseo: que las mujeres en nuestro país tengan más derechos, más autonomía y puedan vivir en libertad en un país que respeta sus derechos”.

Estas son las sandeces con las que el viejo revisionismo allendista ha reemplazado las tesis del marxismo, afirmar que el viejo Estado chileno respeta los derechos del pueblo demuestra una vez más que estas ratas han adjurado del marxismo y de la revolución y se han pasado por completo a las filas de la contrarrevolución.

La lucha por resolver el problema de la mujer.


“Las mujeres como los hombres son reaccionarias, centristas o revolucionarias, no pueden, por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el actual panorama humano la clase diferencia a los individuos más que el sexo”.
             José Carlos Mariátegui

Igual que en los hombres, las batallas que combatirán juntas las mujeres del pueblo, tienen también dos grandes objetivos, el primero e inmediato es la conquista del poder en cada país para eliminar la explotación del trabajo ajeno, sentando así la única base material para la real igualdad jurídica entre sexos, sin embargo aún quedará el trabajo doméstico y el cuidado infantil hecho por familias individuales; el segundo objetivo es la conquista del socialismo, su heroica construcción en todo el mundo, aboliendo la propiedad, las clases y el Estado. Solo el socialismo es capaz de eliminar el trabajo doméstico individual por medio de la industrialización de las labores domésticas y la creación de una cultura socialista, condiciones necesarias para la real igualdad entre sexos ante la vida y así completar de manera definitiva la emancipación de la mujer. Mariátegui, gran marxista leninista latinoamericano, dice:

“A medida que el sistema socialista reemplace al sistema individualista decaerán el lujo y la elegancia femeninos... La humanidad perderá algunos mamíferos de lujo; pero ganara muchas mujeres. Los trajes de la mujer del futuro serán menos caros y suntuosos; pero la condición de esa mujer será digna. Y el eje de la vida femenina se desplazara de lo individual a lo social... Una mujer, en suma, costara menos, pero valdrá más”.

La emancipación de la mujer no es un sueño para el futuro. Los revisionistas sueñan, los anarcos sueñan. Los maoístas no tenemos sueños, tenemos metas y planes, organización y acciones. Decimos abiertamente que con el comunismo se completará la emancipación de la mujer eso es una meta; lo que quiere decir que la emancipación de la mujer es un proceso que ha comenzado ya desde el momento en que se fundan o reconstituyen los partidos comunistas para conducir las guerras populares hacia la conquista inmediata del poder, esos son planes y objetivos, organización y acciones. Las mujeres del pueblo participan en ese proceso. Es un proceso largo, de acuerdo; es una lucha prolongada, lo sabemos, pero es lucha de hoy, no para mañana; el que sea prolongada no hace permisible un gran relajo; no se puede dejar sin hacer las cosas, no se puede postergar las cosas, las tareas de la revolución no pueden ocupar el segundo lugar, la revolución no es una jornada laboral, con hora de ingreso y salida, no es un paseo, unas horas libres para después regresar a casa, a la cama, como si fueran un refugio libre de la lucha de clases, como si eso fuera posible. La revolución no espera caridades, limosnas, huiltrafas, quien las da que se las trague; la revolución es una obra grandiosa, en la que solo grandes sacrificios conllevan a grandes victorias, la revolución requiere revolucionarios profesionales, formados teórica y prácticamente, eso es lo que somos, entregados 24 horas a la revolución, a la destrucción del viejo orden y la construcción del nuevo. Esto es la emancipación de la mujer, una parte del proceso revolucionario que ha comenzado ya, y no va a volver atrás. Toma tu lugar compañera